Reconozco que siento una especial atracción hacia las representaciones culturales, especialmente cuando pertenecen a tradiciones muy diferentes a las de uno. Me fascina ver cómo el ser humano se relaciona con sus antepasados y sus deidades; cómo transforma esos vínculos en rituales, en los que trascienden sus deseos, sus anhelos y sus inquietudes.
En cada país del mundo se hace diferente, aunque entre algunos haya similitudes, especialmente si es que comparten fronteras o cauces fluviales. Así, las creencias, la historia, la arquitectura y hasta la geografía se conectan como una gran red.
Como fotógrafo, he descubierto que, uno de los relatos más fotogénicos de cómo las gentes interpretan todo lo anterior, en colores, volúmenes y texturas, son los trajes típicos, las vestimentas regionales.
Esto me pasó en Corea del Sur y también en Japón, cuando, sin andar buscando, aparecieron ellas…