Todo es monumental aquí. Todo. Las escaleras, las torres, los pasillos, las fachadas y por supuesto, las explanadas que parecen pensadas para disfrutarlo desde cada ángulo.
Considerada la octava maravilla del mundo en el s. XVI, es un gran reflejo de lo grandioso del Imperio Español de aquellos años. Me dio mucho gusto recorrerlo ese día, especialmente en las últimas horas del día, cuando el sol comienza a caer. Pero ¡ojo! Que ese sol se necesita, porque el frío acá es igual de monumental que la arquitectura.